lunes, septiembre 06, 2010

...Para que no nos golpee.

Cada vez es más difícil abrazar la cordura. Ya no se si mi mirada se desvía por la calle buscando ideas, por el hecho que la locura me habla al oído, o si solo actúo para llenar el vacío del existir. Repito las palabras que oigo, al ritmo de la demencia, las miradas de la gente se interesan por lo que muestro. Una figura perdida, un loco caminante. Pensé en conversar con un vagabundo, pero eso me haría mirar en un espejo, un espejo roto que refleja lo que realmente pensamos que somos, refleja cada esquina de nuestra alma. Me cuesta pensar en que la locura puede ser algo bueno, siempre creí que perder la razón, perder el sentido, era lo más terrible. Pero, al parecer, no es tan difícil. Es como estar al borde de un precipicio, o en la azotea de un edificio muy alto. Mirando hacia lo profundo, de nosotros mismos. La demencia nos hace abrazar lo que nosotros somos, lo que nadie quiere ver y dejamos de lado, por cumplir, por la vergüenza, por lo que se piensa de nosotros. El camino de la sensatez es como un río en plena noche, sin posibilidad de ver lo que se aproxima, que nos dice "estén atentos", para que la desilución de no alcanzar a los reyes, a los correctos, a los ángeles no nos golpee.

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