viernes, agosto 27, 2010

La Muerte

¿Por qué hablar sobre la muerte?

Porque es algo a lo que nos vamos a enfrentar tarde o temprano. Aparte, porque es un tabú y se tiene una visión negativa sobre la muerte, pero es un proceso natural de todo organismo. Algún día tendremos que morir, no sabemos de que, no sabemos cómo, pero moriremos. Por lo mismo, nadie está preparado para enfrentar ese momento.

Pero lo que acabo de decir tiene muchas implicancias: ¿Por qué hay que estar preparados para morir? ¿Acaso hay algo más allá de la muerte? ¿Se toma conciencia de ese ínfimo momento que significa morir?

Es necesario entrar en detalle. Primero, hay que definir Muerte, o Morir. Entenderemos por la muerte de un organismo vivo cuando su capacidad de homeostasis se pierde. La Homeostasis es la capacidad de un sistema de regular el ambiente interno para mantener una condición estable y constante. En el caso del ser humano, la perdida de la homeostasis se traduciría como la incapacidad de uno, o más sistemas internos de mantener la regularidad y normal funcionamiento, produciendo la insuficiencia de los otros sistemas, como el circulatorio, digestivo, respiratorio, etc. Demostrándose en enfermedades terminales, por ejemplo.

Eso es en terminas materiales, o biológicos como podemos entender la muerte. Pero el ser humano es más que biología y materia, y no lo digo con una carga valorica ni peyorativa, si no que agregando las categorías simbólicas y culturales.

Por lo que nace una gran pregunta: ¿Qué es la muerte para las diferentes culturas del mundo?

Intrínsecamente la muerte está relacionada con las religiones. Este sistema cultural en específico se caracteriza por entregar explicación coherente, no siempre racional, a sucesos que ocurren en la vida de los integrantes de una comunidad en específico. De hecho, en algunos casos la muerte es un instrumento de relación entre hombres y dioses, para el bienestar de la comunidad y la calma de las deidades. En estos casos, se exigen un “sacrificio” por parte de los “administradores de fe”, que van desde productos de la cosecha, animales domésticos y hasta los mismos seres humanos. Ejemplos de este tipo de comportamiento son los mayas y sus sacrificios a deidades que representaban las fuerzas de la naturaleza, o un judaísmo primitivo, que realizaba sacrificios animales para calmar la ira del Dios creador.

En otros sistemas de creencias, como los aztecas, por ejemplo, La muerte era, y lo sigue siendo en países como México, venerada como una deidad particular, donde era acompañada por su contraparte masculina y reinaban ambos el inframundo. La veneración de la “Santa Muerte” no es un tema menor, ya que para la hipótesis a la que llego más adelante, es que son estas concepciones las que determinan las directrices del comportamiento en vida de los miembros de una comunidad. A la muerte se le rinde culto y se le piden favores. Siempre relacionados con los estratos sociales más pobres dentro de la población, en este caso, mexicana. Es de especial consideración que a la santa muerte también se le pide por el mal de otras personas, pidiendo su desgracia y malvivir, lo que atiende a un complejo sistema valorico, donde la Santa Muerte funciona como diosa todo poderosa, capaz de proteger a aquellos que realicen sacrificios y entreguen ofrendas para ella, y producir mal por petición de sus fieles.

Para la cultura mapuche la muerte significa otra forma de relacionarse con la naturaleza y la comunidad. Similar a otros relatos, luego de que una o un che muere, su ánima es amenazada por brujos o seres poderosos, por lo que debe ser espantado a través de gritos o golpes para emprender un viaje. El destino de las ánimas Mapuches es una isla, “Ngill chenmaiwe” donde las alma pueden transformarse de “alwe”, en “pillan” o “wangulen”.

No podemos dejar de lado tampoco toda la mitología judío-cristiana, sustento moral de “occidente” desde la edad media europea. Para los judíos y cristianos, la muerte significa un paso a un estrato supra-terrenal, donde el alma de las personas tiene la posibilidad de llegar a dos lugares diferentes. Hablo del cielo y el infierno. Esto es lo interesante, ya que luego de la muerte del cuerpo, los hombres y mujeres tienen la posibilidad de entrar a cualquiera de estas dos instancias por su comportamiento en vida, o su constancia como “buenos creyentes”. El castigo eterno, lo que representa el infierno, y el descanso de todo esfuerzo, lo que representa el cielo, son medios de control social dentro de la comunidad judío-cristiana.

Desde otra perspectiva, el orientalismo nos entrega otra concepción de la muerte, y su interpretación de este hecho. Para los sistemas religiosos/culturales orientales, muchas veces la muerte es un paso más dentro de una intrincada sucesión de vidas. La reencarnación es un concepto oriental sobre la explicación sobre lo que hay después de la muerte. Utilizada por el budismo y el hinduismo, se define en un diccionario "espiritista" como: La vuelta del espíritu a la vida corporal o su retorno a la materia; volver a tomar una nueva existencia en este globo o en otro. La reencarnación en ambos sistemas religiosos está precedida por purgaciones en “destinos” específicos. Los “destinos” del infierno, el “destino” de los ávidos, y el “destino” de los demonios en guerra, son las tres estaciones donde las almas deben depurar su karma maligno y pider reencarnar en algún ser viviente.

Y como lo había estado esbozando anteriormente, en la mayoría de los casos el hecho de morir físicamente, y pertenecer a un sistema de creencias religiosas que fomentan la idea de la vida post-terrenal, significa una amenaza para la vida. Suena como una obviedad, pero iré más allá con la explicación: corresponde a un condicionamiento de las condiciones de producción, reproducción, intercambio de acción social. Es decir, Te amenazan con una vida post-terrenal llena de suplicios, sufrimiento, y castigo, si es que el sujeto dentro del sistema de creencias no cumple con un cierto tipo de comportamiento requerido. La muerte, y todo el aparataje cultural que es construido a su alrededor corresponden a la normativa social, que lejos de estar en manos de los propios sujetos, estaba ligado a lo sobrenatural.

La muerte se utiliza como brújula moral, para el dirigir el comportamiento de los sujetos dentro de un sistema social, desde el punto de vista religioso, ya que, con el nacimiento de las ciudades, y del Estado Nación, la administración de la muerte pasa a manos de otro, el monarca, y con posterioridad, a la Ley.

En la obra de Thomas Hobbes, uno de los filósofos más destacados de los albores de la edad moderna, que iniciaron el estudio sobre la formación de los Estados. Nos habla sobre un supuesto estado de naturaleza “paupérrimo” de los seres humanos, de constante conflicto, guerra y hambre, lo que nos llevó a “firmar” un contrato entre pares, para lograr la paz. Subyugar nuestras libertades, incluso la de nuestra propia muerte, a una institución que garantizara la seguridad de los habitantes de una región determinada, nombrándola como el Leviatán. Esta criatura bíblica refleja, a modo de metáfora, lo que representa el Estado Nación, un colosal monstruo que alberga a muchos otros en su interior, que lo componen y le dan vida. Desde esta lectura, podemos entender que la administración de la muerte, como un hecho político, es un ejercicio de poder sobre los ciudadanos de una nación, ya que es solo el estado quien puede determinar cuándo se da muerte a otra persona (pena de muerte, en el caso de algún delito), por eso el asesinato y el suicidio están penados por la ley, con castigos que involucran la privación de la liberta.

Pero ¿Cuáles son las consecuencias en el mundo contemporáneo? ¿Qué pasa con la muerte para nuestros familiares?

Las explicaciones sobre la muerte, y la existencia de “algo más” es la búsqueda de un consuelo para los que quedan aquí, en el mundo material. En la actualidad la muerte es un negocio. Funerarias y cementerios son los que administran la “invisibilización” de la muerte. Desde un punto de vista economicista, y siguiendo el comentario que una vez hizo un profesor en clases, para el sistema productivo actual, la muerte de un individuo dentro de la cadena productiva significa un retraso en la producción bruta, de cualquier tipo de actividad. El fallecido pasa a ser un producto del mercado funerario, lo que hace más impersonal la relación entre familiares y el proceso de adecuación a la vida sin un familiar. Los muertos son procesados, embalados y despachados a su lugar de descanso “eterno”. Que en realidad es tan eterna, porque si no hay dinero para pagar la mantención del metro cuadrado que significa la lápida sus restos son profanados y puestos con otros, en fosas comunes, o incinerados, para que vuelvan, literalmente, a ser polvo.

Mientras más lejos de la muerte estén los “recursos humanos”, más tiempo tendrán para seguir produciendo, hacer más fácil el proceso, hacerlo más cómodo para todos. Así suena la muerte para la modernidad, y así es como no la queremos ver.

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