A medias
enterrado en la arena,
siento los surcos
en mi rostro,
por lágrimas
secas al sol,
con la pampa en
vez de corazón.
El mío quedó allá
en el sur,
de la mano de mi
hermosa mujer.
Ella lo abraza
con fuerza,
Bajo un árbol
resguardados,
de la lluviay la inclemencia.
Ella llora igual,
como yo lo hago ahora,
llora para que
las nubes corran hasta acá,
para que las
gotas de amor lleguen a este desierto,
que se ha vuelto
mi andar.
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