martes, agosto 25, 2009

Soledad.-

Cuando menos lo pienso, la soledad me alcanza.
Por más que trato de esconderme con amigos y cosas,
siempre me alcanza.

Y es ahora, cuando llueve, que su piel es más fria que nunca.
Sus besos son más largos,
y sus caricias las más confortantes,
pues la soledad es mi única compañía.

Escuché en algún lugar, que los hombres no lloran.
Es por eso que la ciudad llora por mi.
Mis lágrimas bajan por los muros, paraguas y rostros de todos,
mis lárgrimas se pierden en charcos del porte de océanos,
mis lágrimas corren por las calles, mojando a millones y recordándoles
que la soledad es mi única compañera.

Soledad ¿puedes dejarme solo?, digo, pero esta perpetua compañera no responde.
Soledad vete, quiero dormir. Ni una palabra sale de su boca.
Soledad no te enojes, dime algo. Ni un murmullo.
Soledad, perdóname. Se acerca y me abraza con sus brazos fríos.
Soledad, te amo. Me besa.
Soledad, te odio.
Soledad, no me dejes solo.

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